Nacido en 1898 en el seno de una importante familia de banqueros de Yverdon (Suiza), Robert Piguet mostró muy pronto su pasión por el diseño de moda. A los 17 años, frente a la fuerte oposición de su familia, abandonó Yverdonpara trasladarse a París, donde estudió con las legendarias casas Redfern y Poiret.
En 1933, tras completar su formación, Piguet abrió su propio taller en la Rue du Cirque de París. Allí se dio a conocer por la delicadeza y sobriedad de sus vestidos de mañana y tarde, su discreta extravagancia en el colorido de las prendas para la noche y el corte perfecto de su fino traje de franela gris. Cada colección era un reflejo de su ojo infalible, su refinada sencillez y la cualidad que más definía a Piguet: la elegancia en estilo, carácter e inspiración.
Encantador y aristocrático, conocedor de la literatura, la pintura y las artes decorativas, el éxito y la reputación de Piguet en París continuaron floreciendo. Se rodeó de la élite de la moda parisina y de los artistas más notables de la época, como Jean Cocteau, Colette y Jean Marais. En 1938, para deleite de todo París, Piguet inauguró su máximo esplendor, la Maison Robert Piguet, en el Rond-Point des Champs-Elysee, uno de los lugares más prestigiosos de la ciudad.
Durante los años que pasó en el Rond-Point se forjaron los aspectos más perdurables del legado de Piguet; primero, como el maestro que entrenó la mirada de los nombres más reconocidos de la alta costura, y después como el hombre que cambió para siempre el mundo de las fragancias.
«Robert Piguet me enseñó las virtudes de la sencillez, a través de las cuales debe surgir la verdadera elegancia», escribió Christian Dior, quien años antes era un artista sin dinero que acabaría convirtiéndose en uno de los «stagiares» más célebres de Piguet.
Otros nombres que se formaron en la Maison Piguet son Hubert de Givenchy, Marc Bohan, Pierre Balmain y James Galanos.
Pero, aunque el impacto de Piguet en la moda es indiscutible, es su legado olfativo lo que le ha convertido en legendario.
A finales de los años 40, y en colaboración con la perfumista Germaine Cellier, Piguet creó Bandit y Fracas, que marcaron el comienzo de una nueva era en la perfumería. De ellos se decía que «tienen un toque particular muy característico de sus marcas: estricto apego al buen gusto, auténtico lujo, horror a lo banal y un innato sentido de la seducción».
Aunque Piguet murió a los 55 años, sus extraordinarios logros perduran en las mujeres que comprenden su enorme influencia en la moda contemporánea y que se rodean del aura de elegancia de Piguet con sus fragancias.
Hoy, con una colección inigualable de algunas de las fragancias más codiciadas del mundo, el nombre de Robert Piguet perdura.