El otoño invita a disfrutar despacio, a volver a lo esencial y a valorar los productos que hablan de tradición y territorio.
Es la estación de los sabores intensos, de los aromas acogedores y de los momentos compartidos alrededor de la mesa. En este contexto, Quesos Cerrato propone tres quesos que capturan la esencia de la estación y la convierten en una experiencia gastronómica inolvidable: Almadeoveja Curado, Almadeoveja Viejo y Cerrato Tostado.
Almadeoveja Curado: equilibrio y autenticidad
Con más de 105 días de maduración, este queso 100% de leche de oveja ofrece una textura firme pero aún cremosa, y un perfil aromático que recuerda a los frutos secos y a las bodegas tradicionales castellanas.

Su sabor prolongado lo convierte en un clásico de la mesa otoñal. Combina a la perfección con guisos de temporada, setas salteadas o panes artesanos, y encuentra maridajes ideales en tintos jóvenes, blancos con crianza en barrica o cervezas artesanas con cuerpo.
Almadeoveja Viejo: la fuerza de la maduración
El tiempo es su mayor aliado. Tras más de 180 días de curación, el Almadeoveja Viejo despliega un sabor intenso y complejo, con matices salinos y un ligero punto picante que lo hacen inolvidable. Su pasta compacta y su color dorado reflejan la paciencia de un afinado largo y cuidado.

Este queso encuentra en el membrillo, las nueces y los higos secos a sus mejores compañeros de mesa, y se eleva aún más con vinos tintos reserva, olorosos o generosos de gran carácter.
Cerrato Tostado: personalidad con alma otoñal
Con su corteza dorada y su perfil aromático único, Cerrato Tostado es la propuesta más sorprendente. Su sabor evoca notas de caramelo y leña, con una complejidad que se prolonga en boca tras cada bocado.

Es un queso pensado para ocasiones especiales, perfecto para compartir con frutos secos, panes rústicos y vinos crianza que potencien sus matices tostados. Una opción que, por su carácter, se convierte en emblema de las mesas otoñales.
Con estas tres referencias, Quesos Cerrato invita a redescubrir el otoño a través de sabores que combinan tradición, territorio y maestría quesera. Una manera de vestir la mesa con autenticidad y de celebrar, en cada bocado, la riqueza gastronómica de Castilla y León.

























