Olga Peñacoba Almayrac, es una artista ceramista y profesora de este arte en el Centro de Cultura de Galapagar, además de tener su propio taller, donde crea e imparte clases. Sus obras y sus enseñanzas se caracterizan por la pasión, la creatividad y la conexión íntima con el barro.
Olga pasó su infancia y su juventud, entre Madrid y la sierra noroeste, como es Galapagar. Olga tuvo su primer contacto con la cerámica gracias a su madre, ceramista, y pronto comprendió que este arte sería una forma de vida.
Considera también que tuvo la suerte de vivir el momento álgido de la cerámica, cuando el material pasó a convertirse en elemento artístico con reconocimiento social y cultural, regresando a las galerías de arte.

En esta conversación con María, Olga comparte su trayectoria, sus pasiones y su forma de
entender la cerámica como medio artístico y vital.
María S.: ¿Por qué quisiste dedicarte a la cerámica?
Olga P.: Pues para ver la cooperación entre los y las ceramistas, el entusiasmo, la creatividad, el lenguaje común. Es una forma de entender la vida.
María S.: ¿Qué otra modalidad de arte manejas y cuál está la más emparejada con la cerámica?
Olga P.: Todo terreno artístico está relacionado con la cerámica, pero también el trabajo artesano. Me decanté por el material con el que podía expresarme mejor por sus características: la plasticidad, la huella, la memoria que queda plasmada en el barro y permanecerá atrapada, que me parecía increíble… y luego esa parte técnica que también es compleja, es un mundo complejo e inmenso en sí mismo.
También influye el hecho de tener que montar una infraestructura en la que empleas tantos recursos materiales…
María S.: ¿Cuándo surgió la posibilidad de ser profesora de cerámica?
Olga P.: Pues me obligó una amiga( ríe). No me dio opción. Me dijo que tenía que darle clases a su hija que estaba pasando por un momento complicado y pensó que era lo único que podía ayudarle después de haber intentado otras posibilidades.
María S.: ¿Qué significa para ti dar vida a un objeto?
Olga P.: El objeto es un resultado de un proceso, ese proceso quizá se refleje en el resultado final. Los objetos son portadores de memoria y un puente entre lo interno y lo externo.
Y pienso que hay objetos que van a formar parte de la vida de esa persona. Pero también hay objetos que se crean por necesidad de expresar. Es algo que no puedes evitar.
María S.: ¿Hay alguna cultura que te haya influido especialmente en tu obra?
Olga P.: Pues me ha interesado la cultura japonesa, sobre todo la cerámica que se hace en Japón y que ya venía de la tradición coreana de dejar que la naturaleza exprese lo que tenga que expresar en la materia junto con el proceso artístico.
Cada grieta, cada defecto, surco… en realidad no es tomado como un defecto, sino que supone algo valioso al reflejar parte del camino de aprendizaje. Metáfora de resiliencia y transformación.
María S.: ¿Qué sucede con las piezas que no salen como esperabas?
Olga P.: Pues es una pregunta interesantísima, sobre todo para las que nos dedicamos a la docencia. Al principio reconozco que me producía una gran frustración, sobre todo porque la parte técnica te sobrepasa y tiendes a idealizar antes de ver el resultado y de conocer las fases por las que pasa una pieza hasta tener el resultado final, donde influyen un montón de factores.
Digamos que es mejor aprender a valorar el proceso, a ver que también el aprendizaje lleva tiempo y práctica. De alguna manera, el trabajo con la cerámica ayuda a perder el control en el resultado final para llegar a “amigarte” con tu pieza.
María S.: ¿En qué época de tu vida como artista ceramista crees que aprendiste más?
Olga P.: Bueno, hay un momento en que después de conocer la parte técnica y las bases del oficio, que se produce cuando empiezas a estudiar y hay un gran aprendizaje, aparece otra etapa en donde diriges fuertemente a dónde quieres ir.
Y eso tiene un gran sentido y cristaliza todo lo anterior para abrirte nuevos caminos. Eso me pasó, por ejemplo, cuando empecé la formación en “arteterapia”.
María S.: ¿Tienes algún fetiche entre los materiales que usas habitualmente?
Olga P.: Bueno, lo cuento siempre en clase: para mí son las arcillas, el mundo de las arcillas. El material que se ha ido produciendo y transformando durante millones de años en la naturaleza, y que es distinto en cada lugar, el material que pisamos con los pies…
María S.: ¿Tienes algún ritual personal cuando terminas la pieza?
Olga P.: Bueno, hay una mezcla de despedida porque se va a generar en el horno algo que te supera. Hay una mezcla de despedida, anhelo, resignación… también reconocer que no tienes ese control y que el resultado ya no te pertenece.
María S.: ¿Qué te gustaría que sintiera una persona que adquiere una pieza tuya?
Olga P.: Que sea parte de su entorno vital, eso es importante. Que la integre en su vida o piense en alguien que va a mirarla y otorgarle valor.
María S.: Como profesora, ¿qué le dirías a una persona que quiere empezar a hacer cerámica, pero teme la fragilidad del material?
Olga P.: Siempre digo lo mismo: que si le apetece, hay que comenzar y luego el material hace el resto. Es tan sanador expresar, crear, tocar…
Gracias, Olga., por mostrarnos que el barro no solo se moldea con las manos, sino también con la memoria y el corazón.